Al rayar el alba ya estaba
en el rió,
mi equipo de caza y
un perro muy fino,
de pronto a la tierra
acerco su hocicó,
llego a la maleza y
quedo allí fijo.
Hay tengo la pieza me
dije a mi mismo,
cargue la escopeta
con balas del cinco
y le dije ¡entra! a
mí perro amigo
el perro obedece
entro dando brincos
y de la maleza un
enorme bicho
salio sin pereza y
dando gruñidos,
alce la escopeta y le
solté un tiro,
acerté aquel bicho
que daba gruñidos.
y entre la maleza se
quedaba herido,
mi perro se acerca con
muchos ladridos
y el jabalí enseña
sus fieros colmillos,
el perro respeta se
aparta un poquito,
con mucha destreza le
metí el cuchillo.
sentí mucha pena al
mirarme el bicho
y con su mirada yo
creo que me dijo,
me quitas la vida sin
otro motivo
que el poder contarlo
luego a tus amigos.
si tienes cojones
desde aquí te animo
a que esto le digas ¡soy un asesino!
y no se lo pierdan
pero ese día mismo
colgué la escopeta
del trocó un encino
me senté a su sombra
pensando en lo oído,
y me dije tiene, razón
este bicho
me acerque hacia
donde, estaba el herido
y note como daba, su
ultimo suspiro
y volví a la sombra
todo pensativo
mirando hacia el
cielo un poco cohibido
sabiendo que aquello debía
estar prohibido
una voz muy clara
sonó en mis oídos
y me dijo nunca
dispare ha un ser vivo,
que aunque usted se
crea tener mil motivos
no son suficientes ni
nunca lo han sido
para darle muerte ni
al mas enemigo.
Tire la escopeta las
balas y el cinto
hice una promesa que
hasta ahora he cumplido
de no matar nunca a
ningún ser vivo
no quiero escopetas
no quiero cuchillos
y quiero que sepan
que a todos invito
que va siendo hora de
que hagan lo mismo.
Ángel Arroyo
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