En un pueblo de León
ya bien metido en la
sierra,
la Chonita se encontró
de ciervo una
cornamenta.
A mi me la regaló
y después de darle
vueltas,
una idea se me
ocurrió:
hacer una hermosa
percha.
Allí cuelgo el
pantalón,
la camisa, la chaqueta
y les aseguro yo
que vale para más
prendas.
Los cuernos estaban
sueltos
y los uní a una
cabeza,
que previamente hice
yo
de un gran trozo de
madera.
La cabeza a la de un
ciervo
quise que se
pareciera
y fue tan grande el
acierto,
que en época de “berrea”
su pelo se pone
erecto
y mueve su cornamenta
reclamando así el
derecho
de montar a muchas
ciervas.
Y por ahí se va el
perchero
a cubrir su harén de
hembras
pero hay un problema
serio
que se lleva las
chaquetas.
Las va arrastrando el
ciervo
y al volver las trae
desechas,
me recuerda a mi al
carnero
al que ponían
mandileta
pa tapar el agujero
que le brindaba la
oveja
provocando el
ganadero
que los corderos
nacieran.
El resto del año
cumple
con su misión el
perchero,
está en una
habitación
de la casa de mis
suegros.
Colgamos mi esposa y
yo
todo tipo de
atuendos,
evitando a lo mejor
que estén tiraos por
el suelo.
Si sienten curiosidad
de verlo yo se lo
enseño,
pero deben evitar
la época en la que
está en celo.
Ángel Arroyo.
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