Monte arriba corrían
dos cervatillos,
dos perros les
seguían con sus ladridos,
el cazador que lleva el
dedo al gatillo,
dispara y suena fuerte un ronco tiro,
de la terrible arma y
va en camino.
Luego miro los
ciervos y siguen vivos,
vuelve a montar el
arma, suena otro tiro
que no acertó a los
ciervos y se han perdido,
los perros pierden
huella ya no hay ladridos
y vuelven con el
dueño por un camino.
El cazador se enoja y
enfurecido
por no matar al
ciervo y gastar dos tiros,
me parece impasible
que se hayan ido
y recordó días antes
lo que su hijo
hablando de la caza
este le dijo.
Padre los animales me
gustan vivos
no me gusta que nadie
los mate a tiros
no vayas a matarles
que son muy lindos
tu no matas por
hambre sino por vicio
debes darle
igualdades, ve con cuchillo.
Observo la escopeta y
pensó en su hijo
vio que el punto de
mira lo habían movido
noto que iba hacia un
lado, estaba torcido
por eso aquellos
ciervos marcharon vivos
y adivino enseguida
quien había sido.
El hombre reflexiona
y convencido
pensó que la razón la
tenia su hijo
que el que mata por
vicio es un asesino
porque ya van camino
del exterminio
y sin los animales
nadie vivimos.
La historia la
contaba un buen amigo
decía que el en
persona la había vivido
mi padre a cazar
ciervos ya nunca ha ido
y que el directamente
siendo aun un niño
al padre la escopeta
le había torcido.
Ángel Arroyo
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