Recuerdo con siete años
que yo era un niño travieso
que buscaba divertirme
sin darme cuenta del riesgo.
Nuestra burra parió un “buche”
nombre del burro pequeño
y me di cuenta enseguida
que el buche me venia al pelo.
Apenas pude subirme
me subía a él, sin cabestro
y trataba que saliese
aquel animal corriendo,
encariñado con la madre
el buche, burro o jumento
no se movía de su lado
jodia mi divertimento.
El animal respetaba
que yo a el me fuese subiendo
pero no se separaba
de la madre ni un momento.
La burra la utilizaban
para cualquier cargamento
ya fuese ramón, o agua,
leña, uvas, o sacos de estiércol.
En mi pueblo los camino
son como allí es el terreno
escabrosos, retorcidos
con muchas curvas y estrechos.
Mi hermano subió a la burra
yo subo al burro pequeño
allí sobre una pared
cogiendole del pescuezo,
un rato le sujete
la madre se fue encubriendo,
el buche ya no la ve,
le suelto y sale corriendo,
yo estaba subido en él
tropezó y los dos al suelo,
en un momento alcanzo
a la madre aquel jumento
mi hermano al ver que iba solo
para tras volvió corriendo.
En el suelo me encontró
con un dolor tan inmenso
que me llevo hasta la casa
para que me viese el medico.
Tienen que ir a Salamanca
rápido, no pierdan tiempo
ese brazo esta partido,
hay que operar, yo no puedo.
Mis padres Vivian del campo
de ovejas, tendrían un ciento
las ganancias eran pocas
andaban mas bien estrechos,
Un taxis a salamanca
costaba mucho dinero
que sacrificio mas grande
por mi mis padres hicieron.
A una clínica privada
por consejo de aquel medico
recuerdo que me llevaron
quedándose sin dinero.
Estuve allí varios días
hasta que volví a mi pueblo.
Mi madre le agradecía
al medico los esfuerzos
llevando queso de oveja
curados y también frescos
el medico aquel decía,
yo no he probado en mi vida
queso que este mejor hecho.
El dinero que tenían
lo comió la travesura
de aquel muchacho travieso.
Ángel Arroyo
No hay comentarios:
Publicar un comentario