Recuerdo de niño
con otros colegas,
que nos divertíamos
mirando las piernas
a todas chiquillas
que iban a la escuela.
Alguna llegabas
tirándote al suelo
a verle la braga
y los cuatro pelos
que no le tapaba,
¡hoy las lleva blancas!
Así era este juego
y el día que acertabas,
aquella en concreto
se sentía avergonzada
perdiendo los nervios
te abofeteaba.
Que tiempos aquellos
que bien lo pasaba
yo me sentía inquieto
y lo que intentaba
era ir descubriendo
lo que ellas guardaban.
Con el pene erecto
al verle la braga
todavía me acuerdo
que nunca encontrabas
en donde meterlo
para que se bajara.
Recuerdo al maestro
que nos controlaba
y un cura muy recto
que colaboraba
para que aquel juego
terminase en nada.
No crean que es un cuento
es la verdad llana,
ahora me pregunto
si en todos los pueblos
lo mismo pasaba
que después del juego
ninguno folla…
Ángel Arroyo
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