martes, 10 de abril de 2012

EN UN AUTOBUS DE LINEA



Subí en el coche de línea
de Salamanca a Lumbrales
y en el asiento de al lado
me toco un hombre agradable
un hombre que cuando Franco
fue muchos años Alcalde
de un pueblo que esta cercano
a donde yo iba de viaje.

¿Dígame de donde es?
pregunto “na” mas sentarme
y al decir de Bermellar
comenzó el hombre a contarme
Que el tenia mucha amistad
con gentes y dio señales
de conocer de verdad
a mi pueblo y de tener amistades.

Entonces le pregunte
al hombre de buena gana
y usted ¿de que pueblo es?
contesto yo de Saldeana
y también le demostré
que tenia gente cercana
y le di nombres también
de muchos que recordaba.

Me llamo Manuel Hernández
así se me presentaba
si no le suena mi nombre
le aseguro que mi “mote”
lo sabe toda comarca
Manuel el “gorra” me apodan
seguro que me conoce.

¡Pero Manuel no me joda!
“si yo he comido en su casa”
usted era de los mas ricos
y tiene razón sonaba
ese “mote” que me ha dicho
a lo ancho de la comarca,
¡ojala no hubiese sido!
el hombre se lamentaba.

Por tener tierras mis hijos
no emigraron de Saldeana
algunos criados míos
que a la mina se marchaban
viven con mas poderío
que los que hoy el campo labran
pues los gobiernos habidos
a los del campo olvidaban.

Me hablo de sus amoríos,
que su mujer fue una santa,
que dejo dicho y escrito
una ayuda para caritas
y que él ese requisito
aun lo cumple a rajatabla,
que le dio bastantes hijos,
note que se emocionaba.

Yo desde que estoy viudo
voy recorriendo sus casas
pero donde mas disfruto
es en mi pueblo, en Saldeana.
Un hombre pegado al campo
a su tierra, a sus entrañas,
el hombre me dio lecciones
de valentía y de casta.

Yo le conté que fui amigo
de su hijo Manuel José
y que había estado en su casa
un día comiendo con él,
pero se que usted no estaba
por que era usted quien compraba
lo que vendía un portugués.

Manuel me hablo del hornazo
me hablo del puente resbala,
me dijo que los dos pueblos
en el puente se juntaban,
del puesto de caramelos,
de cuando allí se bailaba,
fue avivando mis recuerdos
el vio que me emocinoba.

Hablamos de las familias,
por la mía se interesaba,
me dijo que conocía
a mis padres y preguntaba
que si todavía Vivian,
se entristeció cuando oía
que ya bajo tierra estaban.

Manuel le recordare
mientras me dure la vida,
pues me ha demostrado usted
sentimientos, simpatía,
inteligencia, honradez,
humildad y sencillez,
cosa que siempre pensé,
que los ricos no tenían.

Ángel Arroyo

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