miércoles, 30 de marzo de 2011

“Anécdotas de Gelín y Eladi.





Señores les voy a contar
un trocito de mi vida
que yo viví en Bermellar
guardando unas ovejitas.

Mi padre tenía un rebaño
de unas ciento veinte ovejas
pero había que guardarlo
y salir al campo con ellas.

Emigran los dos mayores,
quedamos los dos pequeños,
     Sebas coge las labores
y yo cojo el pastoreo.

A la edad de nueve años
con todo lo que esto jode
me dicen: “coge el rebaño
y olvídate de ir al colé”.

Con las alforjas al hombro
y bien doblado un berrendo
al campo iba los veranos
pero también los inviernos.

En el invierno de día
y de noche en el verano.
De invierno mucho llovía
de noche en un surco tirado.

Siempre en el campo perdido
yo muchos miedos pasaba
como todavía era un crío,
siempre buscaba caraba.

El ganado andaba solo
y yo siempre encarabao.
Señores lo reconozco:
comimos algún cercao.

Y no lo van a creer
pero llegué a tener fama
de todos los cercaos comer
porque el ganao solo andaba.


A mí me perseguía el guardia
pero nunca me pillaba.
El perrito que tenía
de lejos lo venteaba.

Me hice con grandes amigos
que los fallos me tapaban,
si me metía en algún lío
siempre ellos me ayudaban.

El camino de Cerralbo
a dos hojas separaba:
de un lao garrobas y cardos
del otro trigo y cebada.

Soltaron el garrobal,
y como siempre me dormía,
despierto y oigo tocar
del lado de las espigas.

Las saqué de allí corriendo
difícil era de ocultar,
el daño era tan tremendo
que me empecé a acojonar.

Cuando a la tarde siguiente
al agua las iba a echar
me aconsejó un amíguele,
 me empezó a tranquilizar:

“Hoy no las eches al agua
Gelín, vuélvelas pa atrás,
que comieron mucha espiga
y se te van a zurrar”.

El zurrarse es una prueba
que pueden utilizar
para sacarte las perras
por cuatro espigas de ná.

Sólo lo sabemos dos
debemos de estar alerta,
pero si tú no lo cuentas
tampoco lo cuento yo.


Creo que aprendí la lección
poco tuve que pensar,
cuando la lía algún pastor
los demás deben callar.

Una noche en Santo el Gato
vi por allí a otro pastor,
me acerqué a charlar un rato
era más joven que yo.

Nos echamos a dormir
abandonando el ganado,
cuando el sol quiso salir
las suyas se habían largado.

Los dos salimos corriendo
buscando a lo desesperado,
cuando las vimos comiendo
buena espiga en un cercado.

Y las sacamos de allí
“¡a mí me van a matar!”
y le tuve que decir:
“Ni Cristo se va a enterar”.

Yo quiero que se levante
y que diga: “ese soy yo”,
de esa salimos pá lante,
el dueño ahora ya murió.

Ya me despido señores
llegando a esta conclusión:
Un secreto entre pastores
no lo descubre ni Dios.



Ángel Arroyo.

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