viernes, 4 de marzo de 2011

LA TERCERA EDAD







Estuve en mi pueblo
el fin de semana
y me vine perplejo
de lo que allí pasa.

Cuidando a los viejos

que ya no se apañan
se ve a alguno nuevo
en muchas de sus casas.

Mujeres y hombres
que hasta hace unos días
fuertes como robles
por allí veías.

Hoy les ves postrados
en sillas de ruedas
y desanimados
porque esto les llega.

Yo de allí he venido
con bastante pena,
entre los que digo
se encuentra mi suegra.

Yo le noto triste,
yo le noto seria,
la mujer insiste
en que da mucha guerra.

Tú le das consejos
pero ella no acepta
y espera el momento
de ver si la llevan.

Es muy complicado
pero yo le entiendo,
ella a todos lados
siempre iba corriendo.

Echaba una mano
a diestro y siniestro,
ahora es lo contrario
y le cuesta entenderlo.
No se encuentra a gusto
cuando es ayudada,
pues para ese asunto
no está programada.

Ella era muy fuerte
y la programaron
para que a la gente
le echase una mano.

Y lo ha estado haciendo
muchísimos años,
ahora está sufriendo
porque le ayudamos.

¡No le hagan sufrir!
 si hay algún culpable
preparen un chip
y que se lo cambien.

Casos parecidos
en el pueblo hay varios,
que son atendidos
por los que emigraron.

Que vuelven al pueblo
a hacer el trabajo
que nos manda el cielo:
al viejo cuidarlo.

Hay quien se los lleva
a las grandes ciudades.
¿Quien es el que acierta?
no lo sabe nadie.

Creo que lo que cuenta
es que estén cuidados
y que nunca sientan
que están abandonados.

Piensa que a tus padres
les debes la vida
y serás tú el culpable
si se la complicas.


Ángel Arroyo.

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