lunes, 21 de febrero de 2011

LA BELLOTA Y LAS OVEJAS




Volvemos a Bermellar
Al paraje santo el gato
Que con ganado lanar
Yo pase allí buenos ratos.

Por la zona hay mucha encina
Y la encina da bellotas
Les parecerá mentira
A la oveja vuelven locas.

Corren de encina en encina
El ganao se descontrola
Menuda se te avecina
Para poder juntar todas.

Y en esas andaba yo
Pensaba como evitar
Como tener el control
Del ganado sin currar.

Y una honda me monte
Con la idea de controlar
Con la intención de volver
A la oveja descarría.

Puse en  práctica el juguete
Al principio no acertaba
Pero obligaba a volverse
El zumbido que sonaba.

Fueron pasando los días
Todo estaba controlado
Cuando la piedra salía
El ganado acojonado.

Pero una tarde paso
Lo que tenía que pasar,
Que de mi onda salio
Una piedra envenena.

Una oveja se encontró
A la piedra disparada
Muerta en un surco quedo
Al recibir la pedrada.

Entonces yo la sangre
Haber como lo explicaba
Y con alguien que encontré
A casa, razón mandaba.

Padre venga a por la oveja
Que en un surco esta tirada
Cuente con que ella esta muerta
La mate de una pedrada.

Luego metí mi navaja
Para que ella se sangrara
Su carne no quedo roja
Puede ser aprovechada.

El padre cogio su burra
Y puso en ella la albarda
Y llego el hombre a mi altura
Y de esta forma me hablaba.

Que paso hijo que paso
Tan fuerte fue la pedrada
Que de tu mano salio
Para dejarla tumbada.

Y entonces yo le conté
Lo de la honda preparada
Y recuerdo que llore
Cuando a el se la entregaba.

Pero el me la devolvió
Y este consejo me daba
Hijo mió un buen pastor
Debe guardarlas sin armas.

Pero no voy ha ser yo
El que a ti te parta el alma
Piensa un poco que es mejor
Si el guardarlas o el matarlas.

El la oveja se llevo
No se hablaron más palabras
Yo me aprendí la lección
Y me deshice del arma.

Pero agradecí al abuelo
Que no me impusiera nada
Para mi creo que fue bueno
Dejarme que lo pensara.

Ojala todas las guerras
Se ganasen con palabras
Ojala no sometieran
A otros pueblo con las armas
Que todas se destruyeran
Por el bien de nuestras almas.

´                       Ángel Arroyo



















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