En el pueblo Bermellar
de noche era todavía,
me tuve que levantar
ya en la cama no dormía.
Y me levanté de un brinco
y casi al rayar el alba
estaba en el Puente Chico
viendo cómo corría el agua.
Allí me quedé anonadado
de lo que alrededor se oía:
cantaban todos los pájaros
y parecía una sinfonía.
Yo me quedé sorprendido
de cómo se despertaban,
cantaban todos unidos
ninguno desentonaba.
Todo esto me extrañó
y que nadie me lo joda
pero me dio la impresión
de que habían puesto el reloj
todos a la misma hora.
Y cantaban las alondras
y cantaban las perdices
las tórtolas, las palomas
y también las codornices.
Cantaba el búho real
cantaban las oropéndolas
yo lo digo de verdad
me sorprendían todas ellas.
También las correcaminas
las águilas y los cucos,
cantaban las golondrinas
allí no había ningún truco.
Y se oía a los jilgueros
también a la sanantona,
verderones y trigueros
esto no es ninguna broma.
Los tordos y los gorriones
y también los colibrís,
eran muchos más señores
y yo a todos les oí.
Los cantos de todos ellos
y que yo a la vez oía
eran cánticos tan bellos
que formaban melodía.
Parecía aquello una orquesta
todos con tanta armonía
que creo tener la respuesta:
el Cobos la dirigía.
A mí mucho me gustó
y no sé qué pensarían
si les invitara yo
al Puente al rayar el día.
Al estar allí sentado
escuchando la melodía
me quedé desconcertado
del placer que yo sentía.
Y cada vez que lo pienso
fue tan fuerte aquel placer
que sin querer mandé un beso
a quien lo quiera recoger.
Si no tienen ná que hacer
mi consejo para este año:
“Al Puente al amanecer”
y no les parezca extraño
que sientan tanto placer
como cuando se están besando.
Ya me despido señores
pero si bajan al Puente
y sienten estos placeres
espero que me lo cuenten.
Ángel Arroyo.
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